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Historia Slowly  
A.I. Diagiamini
A.I. Diagiamini | 🇨🇱 Chile
“You don’t know what you’ve got until it’s gone.”

Originally written in English. Translated by A.I. Diagiamini.

O en español simple, “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. La mayoría de las veces aplicamos este proverbio a cosas, bienes, incluso cualidades que dábamos por hechas, sin darnos cuenta de que hemos sobreestimado las cartas en nuestra mano hasta que es demasiado tarde para retroceder. Sin embargo, extender tal expresión a gente es una historia completamente diferente, una que nunca pensé tener que contar.

Dudé de que incluso escribir estas líneas fuera una buena idea. Una parte de mí, deseando retirarse y lamentar una pérdida tan grande, al principio se opuso. La otra, asumiendo que enfrentar tu tristeza interior trae resignación y eventualmente una nueva oportunidad de ser feliz, decidió seguir adelante y sacar la bala del pecho para detener el sangrado.

Su nombre de usuario era Pita28 y probablemente era la flor y nata al tratarse de usuarios de Slowly. Divertida, articulada, empática, siempre encontrando tiempo para leer mis divagaciones y no volverse loca. Recibí su primera carta el 9 de noviembre de 2019, cuando me dijo que recién empezaba a conocer este ecosistema. Tan pronto como vi que estaba de acuerdo con mi disgusto por los usuarios que te envían una carta corta y luego desaparecen, supe que algo especial estaba a punto de comenzar. Mi primera respuesta fue una introducción común y corriente con una referencia a Paul Watzlawick – concretamente su primer axioma: “es imposible no comunicarse”. Nos pusimos manos a la obra y empezamos a intercambiar correspondencia con una consistencia asombrosa: 13 al mes en promedio durante el cambio de década y hasta febrero, a pesar de tener que esperar más de un día para recibir nuestros mensajes (ella vive en los Estados Unidos mientras yo resido en Chile).

Y vaya que nos comunicamos, honrando la premisa de Watzlawick. Nuestras cartas fueron inicialmente en español para luego cambiar al inglés. Ella fue la primera – y única – usuaria a la que revelé mi verdadero nombre, prometiendo mantenerlo en secreto. Compartimos nuestras mejores fotos, intercambiamos sellos individuales y de sets, recetas… Encontramos puntos en común como personas con mascotas aunque ella amaba los perros y yo prefería los gatos. Sacudimos nuestras cabezas con total incredulidad por lo mucho que algunas personas llegaban a hacer por un trago de alcohol, así como la completa locura de las imitaciones de Coca-Cola. Nos burlamos despiadadamente de los influencers y las celebridades de Internet, incluyendo sus cultistas fanáticos que hacen que Jim Jones y sus acólitos parezcan personas sensatas y racionales en comparación. Compartimos las esperanzas de futuros viajes al extranjero, incluyendo uno en el que nos conoceríamos en persona, uno que yo esperaba con ansias. Nos reímos del retraso mental que es la llamada “cultura de la cancelación”, guardando nuestros golpes más fuertes para aquellos copos de nieve perpetuamente ofendidos por todos y todo, tan asustados de sus propias sombras que se niegan a enfrentarse a la verdad de lo que el mundo realmente es. Apreciamos el hecho de ser personas basadas en principios sólidos y nuestra voluntad de defenderlos. Amamos a nuestras familias con todas sus peculiaridades. Vimos como la cepa del coronavirus de Wuhan, también llamada Covid-19, se propagó por todo el mundo, deseando que el otro se mantuviera lejos de la infección. Pero la mayor sorpresa fue cuando le hablé de “Alguien Como Tú”, mi primera novela. No solo la compró sino que la leyó de arriba a abajo ¡y le encantó! ¡Incluso me dejó una reseña de cinco estrellas en la tienda donde la adquirió! Ese fue el mayor impulso que he recibido en las últimas dos décadas y me llena de optimismo al tiempo que empiezo a sembrar las primeras semillas de mi segundo libro.

Nunca envié tantas cartas a ningún otro amigo por correspondencia – ella fue lo mejor de lo mejor en un selecto grupo de seres humanos valiosos. Si llevan la cuenta allá en casa, son 52 misivas en un lapso de cuatro meses o una cada 40 horas aproximadamente; esto es si mis cálculos están correctos para un periodo de 93 días. Sus cartas me ayudaron a construir un oasis de calma y razón en un mundo cada vez más intolerante, algo por lo que siempre estaré agradecido. No puedo evitar sentirme en deuda con Pita y como no soy el tipo de persona que pospone pagar deudas o cumplir promesas, tendré que tomar camino más largo y sinuoso para agradecerle adecuadamente la bendición que fue para mi siempre tensa existencia.

El 27 de febrero, cuando Chile conmemoraba el décimo aniversario del devastador terremoto – 8.8 Richter, IX Mercalli – que arrasó una parte importante del país, mató a 525 personas y causó más de USD 30.000 millones en daños, abrí la aplicación y estuve a punto de irme al suelo, pero no por un temblor. Noté que su icono tenía un borde gris; había desactivado su cuenta, lo que significaba que ya no podía enviarle cartas. Nuestro último contacto había sido hace 18 días – mi respuesta a su última misiva. Mi mente se puso a pensar en lo que podría haberla llevado a tomar una medida tan drástica… sin ninguna explicación tangible hasta el día de hoy. Tal vez nunca sepa sus razones para dejar el mundo de Slowly, pero como mi incredulidad inicial ha disminuido sé que me llevaré a la tumba los buenos momentos que compartimos. Hay un hecho no puede ser contrarrestado por ninguna carta: su ausencia dejó un enorme vacío en mi psiquis, que será imposible de llenar a menos que ocurra un enorme milagro.

Dondequiera que estés ahora, querida Pita, ten por seguro que siempre te recordaré como mi mejor amiga por correspondencia. Mucha suerte, amiga mía, y ojalá tu vida esté llena de éxito y felicidad de ahora en adelante.

Your Chilean friend,
A.I. Diagiamini

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