Originalmente escrito en inglés, traducido por OpenAI.
🌕 Nueve noches con Durga: Mi viaje de Navaratri con mis nuevos amigos de la India
Cuando escuché por primera vez sobre Navaratri, algo se agitó profundamente dentro de mí. Una llamada silenciosa pero constante, como si la diosa Durga misma me estuviera invitando a descubrir fuerzas ocultas, a despertar virtudes dormidas, y sobre todo, a recuperar el poder del amor desde mi interior.
Navaratri es un festival sagrado hindú que celebra las múltiples manifestaciones de la Madre Durga durante nueve noches. Cada noche honra un aspecto diferente de la Diosa: a veces serena, a veces feroz, a veces una destructora de ilusiones, pero siempre radiante de sabiduría.
Ansiaba una transformación interior y sabía que en este camino encontraría algo precioso.
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Empecé con poco conocimiento. Mi corazón era sincero, pero me preguntaba: ¿Cómo podría realmente honrar este festival en Brasil, con rituales tan ricos y una profundidad espiritual tan ligada a la tradición india?
Fue entonces cuando la vida me ofreció un regalo hermoso.
A través de la aplicación Slowly, conocí personas increíbles de la India que se convirtieron en verdaderos guías en mi viaje. Dos de ellas se destacaron como compañeras divinas: Naomi y Khushi.
Con calidez y sabiduría, me acogieron como a un hermano espiritual. Compartieron instrucciones detalladas para cada noche de Navaratri: mantras tradicionales, el significado profundo detrás de cada diosa, colores devocionales, gestos simbólicos y rituales simplificados que podían adaptarse con respeto y autenticidad.
No solo compartieron información, compartieron experiencia. Me ayudaron a sentir el alma viva de Navaratri tal como late en la India: no solo como un evento religioso, sino como una inmersión espiritual, una danza sagrada entre la luz y la sombra.
Fue a través de esta comunicación directa con practicantes reales en la India que pude construir un verdadero altar, no solo en mi casa, sino también en mi corazón.
Sin ellos, simplemente habría leído sobre Durga. Con ellos, viví a Durga.
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Cada noche encendía una vela y meditaba sobre la forma correspondiente de la Diosa.
La primera noche, honrando a Shailaputri, establecí mi intención de pureza. La segunda, con Brahmacharini, abracé la disciplina enraizada en el amor. La tercera, con Chandraghanta, aprendí a equilibrar la fuerza con la ternura.
Cada noche abría una nueva ventana dentro de mí.
Con Skandamata, volví a sentirme como un niño, descansando en los brazos de la Madre Divina. Con Kalaratri, enfrenté mis miedos más profundos, sin más huir, sin más evitar. Ella me mostró los patrones que necesitaba soltar, y sentí su espada cortando mis ilusiones con una compasión feroz.
Fue poderoso. Fue real. Y solo fue posible porque dos mujeres indias me recordaron que la espiritualidad no conoce fronteras, solo conoce la verdad.
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En el último día, honrando a Siddhidatri, escribí cartas de agradecimiento de todo corazón a Naomi y Khushi.
Les dije que, gracias a su generosidad, pude experimentar Navaratri con profundidad y sinceridad, incluso a miles de kilómetros de distancia.
Ellas sonrieron y me dijeron algo que nunca olvidaré: la verdadera devoción no necesita un templo, solo necesita presencia, intención y amor.
Durga ve a quienes la invocan con un corazón puro.
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Desde entonces, he continuado mi camino con una fe renovada. Medito diariamente y estoy profundamente comprometido con mi transformación interior, trabajando constantemente en mi amor propio para convertirme en la mejor versión de mí mismo.
Lo que aprendí a través de Navaratri, y de mis queridos amigos indios, es que la distancia nunca es una barrera para el despertar espiritual.
La conexión directa con quienes viven esta tradición fue lo que dio profundidad y autenticidad a mi propio viaje.
Y la Durga que una vez me miró desde mi altar… ahora también sonríe desde mi interior.
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Con amor y profunda gratitud,
Daya’Dhiisha