Ink of dragonfly
Voy a empezar la historia por el centro:
Todo comenzó con una despedida implícita. Era una idea clara y compartida que decía así: «Aunque no hablemos, me sentiré agradecid@ por el hecho de saber que existes«. Qué sabias y qué certeras. Así fue como una onda de certeza atravesó a dos personas unidas por unos cuantos kilómetros.
Estoy segura de que si algo se encuentra en este lugar es una desmedida y apabullante comprensión. Y para muchos, como yo y como tú, que sentimos una oscuridad suave dentro de nosotros, un susurrito que nos lleva a pensar que a nuestro alrededor, el mensaje que enviamos se desdibuja. Ya sabes, ese instante en el que sabes que algo no ha cuajado como querías.
Pero esta historia es un tanto particular. A través de eufóricas horas de espera tanto para la entrega como para el envío, encontré en otra persona la conexión más completa que jamás han creado las letras. Se sentía así, real y místico. Yo le relataba sobre construcciones de templos y él me ladraba metáforas musicales.
Y mira que empezamos abstractos. Pero poco a poco creamos un mundo entera y absolutamente nuestro. Una especie de código simbólico que cruzaba el país una y otra y otra vez. Empezamos a desdibujarnos, a entretejernos y a mirarnos las transparencias. Entre él y yo escribimos, de carta en carta, un nuevo tipo de relación. Una especie de quimera hecha de partes de admiración y polaridades de atracción infinita. Como si llevásemos encajando tanto tiempo que la imagen del puzzle hubiese dejado de tener sentido aparente.
Pero un día se fue. Desapareció escribiéndome una rápida huida y partió en varios trozos la carta del pozo y la luna. Y yo, que no tengo mucho corazón, fui acumulando hilos de dudas. Aprendí a tejer sin él y, semanas después, acepté la incomprensión para lo que me quedaba de vida.
Y ya que no podíamos escribirnos más cartas virtuales, abrí un cajón. Agarré un folio y me quité el bolígrafo de la oreja. Hechizos más tarde, la guardé en el sobre. Pasaron días y días. Busqué el valor para comprar un sello en un mundo en el que todo es instantáneo. Añadí un poco de cariño y la eché al buzón justo el día que sentí que tenía que hacerlo.
Y pensé que era mi última carta, hasta lo escribí. Imagínatelo, yo siendo tan romántica. Como las personas que no vuelven a cantar sin su musa, que no vuelven a enamorarse sin su persona.
Pero aquí me tenéis, buscando entre las catedrales que son los usuarios de está fantasía hecha aplicación crisoles de personalidades. Empapándome de un mundo vibrante, de unas letras desconocidas que van tomando nombre y colores. Y es que su recuerdo se ha vuelto perpetuo y liviano. No pasa un día que el viento me salude y le diga:
-«Oye, mándale estas letras de mi parte»
Me pregunto si nuestros relojes volverán a dar las horas. Desde luego, no tengo ninguna prisa.
Besitos de colores, F