El valor de cuidarse a uno mismo.
Slowly llegó a mi puerta como el confinamiento, sin esperarlo. Llevo algo menos de 20 días aquí y he descubierto lo que me gusta leer, escuchar y observar mis esperas.
Desde que llegué me he carteado con gente de muchas partes de mundo, incluso con gente de mi propio país. Algunas cartas enviadas han quedado sin reponder, otras quedarán, pero en el camino he conocido historias interesantísimas y también me he topado con emociones importantes, esenciales y vitales.
Pero en este breve texto, la que más me importa es la que yo he tenido con Slowly. He descubierlo lo importante que es parar, esperar y no anticipar. Me he propuesto, desde el principio, responder a las cartas con tiempo, dedicarle el tiempo para hacer lecturas atentas de las historias de la gente que me escriben. Escribir sin prisas y releerme con incluso con menos prisa.
Tal vez este sea uno de los cuidados más “des-cuidados” que solemos ofrecernos en la estresante vorágine diaria. He estado pensando que también me está empezando gustar esperar. He tenido algunas experiencias con algunas personas por mesanjería instantánea que empezaban su mensaje con un “perdona la tardanza en responder” y yo pensando: “si solo fueron 20 minutos de espera, ¿por qué disculparse?”.
La inmediatez, lo instantáneo nos ha dado muchas posibilidades, pero nos ha quitado la espera. Como cuando cambias el café instantáneo a cafetera italiana. Hay que aprender a anticiparse, porque tendrás que esperar a que el café esté listo y su aroma inunde toda la casa.
También estoy aprendiendo a no anticipar. Conocer a gente desconocida te permite no anticipar sus reacciones. Les cuentas tus pasiones, tus deseos, parte de tu pasado confesable y como no te conocen, no te juzgan. Al menos no a priori. Yo tampoco lo estoy haciendo. No es que antes lo hiciera, soy una persona con una mente lo suficientemente abierta como para saber que lo que no conozco tiene que ser malo per se.
Me está encantado conocer sus historias sin el tamiz del (pre-)juicio. Da igual cómo sean, cuáles sean sus rarezas o sus esperanzas. Lo importante de esto es la flexibilidad mental de la no-anticipación. Al menos empezar a aprender a tenerla.
Para terminar diría que cada vez veo con más claridad que no nos cuidamos apropiadamente. Nos ejercitamos en gimansios, comemos lo que nos manda el médico o el nutricionista, vamos a un profesional de la psicología o a un psiquiátra para tratarnos dolencias emocionales, pero hemos olvidado escucharnos. Hemos olvidado volver los pasos hacia lo que somos o solíamos ser. Tal vez Slowly sea la primera piedra hacia el cuidado de uno, hacia parte de la salud mental que deberíamos recuperar: escucharnos para atendernos, atendernos para entendernos, entendernos para querernos.
Iremos viendo con el tiempo a qué punto llegamos.
De momento, gracias a la gente que me acompaña en este tránsito y gracias Slowly por darnos la oportunidad de encontrar-nos.